El primer síntoma de la transformación política de un país es comenzar a observar situaciones que no habíamos notado y otras que son inéditas, así como la división y enojo de los que resultan perdedores, lo que en cualquier revolución se nombran como bandos liberales y bandos conservadores. El despertar de conciencias en nuestros tiempos ya no se basa en situaciones regionales sino globales y es debido a un cambio que puede ser producto de los progresistas o simplemente de reformistas que actúan para el reacomodo urgente de un modelo que en el fondo es el acostumbrado por naturalidad humana y social. En el caso de México la sociedad que estaba direccionada para únicamente atacar al Presidente en turno ha dado un giro entre quienes aceptan al nuevo gobierno que abate un presidencialismo abusivo y aquellos otros que en su mayoría por control mediático imitan a las clases saqueadoras y defienden a sus propios verdugos. Tal situación, -al menos hasta ahora-, no nos ha llevado a situaciones peligrosas como es la polarización del país, ya que al existir una mayoría aplastante en favor de la regeneración de la vida pública de México, hace que quienes están en contra de ello, sean los que ataquen y quieran convencer por medio de la mentira que sí les resultaba en el pretérito, pero que no han podido confrontar al no tener la calidad moral ni las bases sólidas que puedan sustentar un proyecto político sano para ser una segunda opción a la que se oponen, ni el liderato real que acepte errores y se divorcie de actos corruptos que dieron formación al Gobierno, al pueblo y al orden jurídico dando molde a un Estado Fallido. Tu amigo, compañero, vecino o cercano a ti, que incluso pregona la palabra de Dios, quizá no sabias que era corrupto, retrogradista o fanático, porque el plan del saqueo era culpar de todo al gobierno del cual solamente se conocía al Presidente de la República pero no a sus legisladores ni a sus jueces, ni a sus demás gobernantes que ni conocía, lo que resulta lo de menos, ante lo lo peor, que todavía sucede hasta ahora, que es desconocer la composición del Estado y el funcionamiento legal y operativo de su Administración pública. El abandono hasta de componentes de identidad que dan paso al extravío del nacionalismo, facilita el desorden en la escala de valores y la verdad histórica. Cualquiera que sea el tiempo político es importante no perder ni la calma ni el respeto, saber que al menos lo único que se rescata en la manipulación colectiva es la paz social aunque se encuentre limitada y siempre amenazada, pero que para seguirla conservando, es importante reflexionar si ya debemos como sociedad mexicana dar el paso de la ilustración para fomentar el productivo debate que nos vaya preparando para abordar temas de profundidad política y se aproveche este momento dorado que vive la vida pública del país en sus fuera máscaras, o sí en su caso, seguimos con las pláticas de inmediatez politiquera y nos sentamos a esperar para que oportunistas sean, "quienes como siempre", nos vengan a abrir el camino. Más en www.somoselespectador.blogspot.com






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